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LAS RABIETAS

Cuántas veces hemos presenciado esos episodios en que nuestros pequeños parecen poseídos por una intensa cólera en la que el llanto es inconsolable y esos diminutos puños y pies se agitan por doquier. Cuántas veces no hemos sabido cómo reaccionar o nos ha asaltado la duda al reflexionar sobre la forma en que hemos afrontado ese episodio.


Queremos ayudarte porque las rabietas son controlables si conocemos los motivos y si se adquieren destrezas para ponerles fin.


Las rabietas o pataletas se inician aproximadamente hacia los dos años. Es en ese momento cuando el niño comienza a ser más autónomo y a tomar pequeñas decisiones. En esta etapa los pequeños viven una etapa de contradicción entre la independencia propia y la dependencia que tienen hacia sus padres.


Las rabietas son una forma de expresar la frustración, no se trata de una lucha de poder del niño frente a sus padres. Es adecuado, por tanto, enseñarles a tolerar la frustración.


Es muy importante la actitud de los padres ante las rabietas. Si las entendemos como algo normal serán más probablemente pasajeras. También tenemos que considerar que no todos los niños son iguales. Existen niños con un carácter más testarudo y nervioso y otros mucho más flexibles y tolerantes a la frustración. Su reacción, por tanto, será muy diferente según el carácter del pequeño..


Primero conviene conocer ciertos trucos cuyo objetivo es evitar en todo lo que nos sea posible las rabietas.


Es conveniente observar si nuestra conducta hacia los pequeños está de acorde con su edad, es decir,  si no los regañamos muy a menudo poniendo impedimentos para que se comporten según su edad. Los niños en su desarrollo pasan por muchas etapas, unas más movidas que otras. Es conveniente poner unos límites respetando dichas etapas y sus exigencias en pro del desarrollo cognitivo del pequeño. Como a determinadas edades es muy difícil evitar que el niño explore y lo toque todo, en lugar de limitarlo, es mejor crear un hogar seguro y, a la hora de que aprenda explicarle con ejemplos y experiencias de otros lo que puede suceder si hace o toca.


Para conseguir evitar una rabieta, a veces basta con dar al niño otras alternativas: ” no puedes dejar de beber leche pero podemos chocolatearla para que esté más rica”


En ocasiones, los motivos de las rabietas no son otros que la frustración que sienten cuando quieren hacer algo por si solos y no les sale. Si observamos que se va a enfadar podemos brindarle nuestra ayuda enmascarándola con juegos.


Otro motivo que favorece la aparición de rabietas es el sueño o el cansancio. Sería conveniente que planificáramos de antemano nuestros viajes y salidas considerando los horarios del niño e intentando que alteren lo menos posible sus hábitos cotidianos.


 


¿Qué hacer cuando estallan?


Lo mejor es no intentar detenerlas, armarse de paciencia y esperar a que acabe. Es conveniente que nos mantengamos físicamente cerca del niño. Recordemos que son explosivas y debemos asegurarnos que no se hará daño y también saber que nuestra presencia es tranquilizadora para él. Cuando empiece a calmarse debemos relajarle con nuestro contacto físico. Es bueno que le expresemos frases de cariño comunicándole que le entendemos y cuando se haya calmado le ofreceremos algo que le distraiga o le diremos algo que le arranque una sonrisa. De esta manera no atacamos al niño y le demostramos que no nos asustan sus rabietas, que aunque él pierda la calma nosotros no lo hacemos, que le permitimos sentir cualquier tipo de emoción humana, que aunque no le concedamos todo lo que él pide, eso no significa que no le queramos y que su falta de autocontrol no tiene consecuencias desagradables de las que tenga que arrepentirse o sentirse avergonzado. En definitiva, le enseñamos que sabemos perdonar ya que una vez superada su rabieta, pasamos página.


Recuerda siempre que la firmeza no está reñida con el amor y el cariño.


¿Qué resulta ineficaz?


El niño está tan metido en sus emociones que resulta totalmente ineficaz decirle que no grite, llore o patalee. Es conveniente controlar nuestro tono de voz para no acabar gritándole y enfadarlo aún más. Nuestra tranquilidad es básica para controlar la situación.


Usar la fuerza o darle un cachete solo originará que se calle unos instantes pero que después vuelva a llorar con más fuerza.


No es bueno ni sentirnos culpables ni sentir vergüenza. No debemos tolerar que si la rabieta ocurre en un lugar público, por ello actuemos más duramente o menos de lo que actuamos si nadie nos estuviera mirando. Si ocurre en un lugar público es adecuado retirarlo a un lugar donde podamos controlar mejor la situación. Tampoco debemos sentirnos culpables ya que ello nos llevará a intentar compensar a nuestro hijo con regalos o atenciones innecesarias que le enseñarían a sacar provecho de sus rabietas y a que se produzcan con mayor frecuencia. Debemos recordar que las rabietas también se aprenden. Es por ello que es básico que sepamos que nuestra reacción ante las rabietas puede favorecer a que éstas se intensifiquen y aumenten su frecuencia.


Es importante preguntarnos sobre la situación en la que se dio, cuál fue el motivo, qué conducta tuvo nuestro hijo y cómo reaccionamos nosotros. Si sabemos todo esto será más fácil evitarlas y actuar de forma apropiada. Recuerda que nuestros “no” han de estar bien pensados y justificados y, si es así, mantenerte firme. Si no estás seguro/a de que la petición del niño es razonable y no sabes si concedérsela o no, distráelo mientras decides qué hacer. A menudo, tras la distracción el niño ha olvidado eso que tanto deseaba o era tan importante para él.


¿Cuándo he de pedir ayuda a un especialista?


Cuando las rabietas se producen más allá de los 6 años, cuando éstas se presentan de forma repetitiva (varias veces al día), prolongada (cada episodio dura bastante tiempo), en más de tres ambientes diferentes y con un componente de agresividad y explosividad en el cual el niño se hace daño a sí mismo, es conveniente consultar con un profesional.


 

La felicidad estable se encuentra en nuestra propia actitud hacia la vida.


Las emociones, el cuerpo y la mente se encuentran estrechamente interrelacionadas entre si. Si esta tríada se mantiene en equilibrio podemos considerar que nuestro estado de salud es óptimo. Cuando se promueven emociones agradables se observa un cambio en cómo se percibe la persona y en sus actitudes frente a las situaciones vitales.


Las emociones cumplen un importante papel en nuestro equilibrio físico y mental.


Las emociones positivas ayudan a pensar mejor y a resolver mejor los problemas de la vida cotidiana. Ayudan también a la relación social y a la creatividad. Todo ello afecta positivamente al autoconcepto de uno mismo, a la autoestima y a contemplar la vida con optimismo. Además, esto tendrá una repercusión positiva en nuestro sistema inmunológico, y una mejor respuesta vascular y neuroendocrina. Funcionamos mejor a todos los niveles.


Aprendamos a potenciar nuestras emociones positivas. Aquí te dejamos algunas ideas para que vayas aplicándolas en tu día a día.


Aprende a valorar lo positivo de tu vida. Haz cosas que te hagan sentir bien y rodéate de personas que te hagan feliz.  Valorar las relaciones humanas, la familia, los amigos, el amor como principal fuente de bienestar es saludable porque se trata de bienes que no dependen tanto del exterior. Ello proporciona una gran salud emocional.

Disfruta de tus relaciones sociales y familiares.

Detente a contemplar lo bueno que hay a tu alrededor y piensa, de vez en cuando, qué otras realizaciones te harían feliz. Comprométete con alguno de estos objetivos.

Aprende a actuar desde la calma y la tranquilidad. Aprende a relajarte. Vale la pena detenerse a observar, a pensar. Las decisiones tomadas desde la calma serán más acertadas.

Aprende a respirar de una manera profunda y rítmicamente adecuada. Si lo haces pronto te notarás más fuerte físicamente y más positivo a nivel emocional.

Introduce un ritual diario de desconexión, como darte un baño relajante, hacer ejercicio físico, cocinar, practicar meditación o yoga, hacer sexo lento...

Aprende a vivir con optimismo. Siempre hay una solución a nuestros problemas y es más fácil dar con ella si nuestra actitud es positiva.

Aprende a dar una lectura positiva y creativa a todo lo que te sucede, tanto si es bueno como si no lo es tanto. Una desgracia lo es menos si podemos extraer un aprendizaje de ella.

Recuerda siempre que la felicidad depende de uno mismo.


Si tienes alguna duda o quieres profundizar sobre el tema no dudes en ponerte en contacto con nosotros en petitsigrans@petitsigrans.es